Hace mucho tiempo, a mi esposa y a mí nos encantaba jugar a los súper espías, destruyendo una y otra vez los malévolos planes de los desagradables comunistas. Hoy recordamos nuestros juegos inocentes. Los superespías vuelven a hacerlo, pero esta vez no es la amenaza roja lo que está en juego, sino un jugoso coño. Vimos a estos dos en el estacionamiento y supimos que queríamos divertirnos con ellos. La chica parecía un ángel que se había enamorado de un idiota. Parecía que había nacido para ser humillado por nosotros. Todo lo que teníamos que hacer era crear la situación que haría que nuestro encuentro "accidental" ocurriera, y el resto seguiría.